Ya por la tarde, a las 17,30 horas, nuestra Cruz de Guía emprendía el camino de regreso a nuestra Capilla en Procesión Extraordinaria, seguida de los tramos de nuestros hermanos con luz, y más de 40 estandartes y varas de hermandades vinculadas con la nuestra, como son las que están bajo la advocación de la Sagrada Columna, las del Arciprestazgo de Triana-Los Remedios, las del Jueves Santo y otras muchas Hermandades de penitencia que quisieron acompañarnos en un día tan especial. Igualmente, delante de la presidencia de la Hermandad iban todos los hermanos mayores con sus varas, finalizando la representación la Junta Superior del Consejo de Hermandades y Cofradías.
Y conforme comenzaban a salir los tramos de hermanos por la Puerta de Palos, el paso de palio comenzaba a descender la rampa del altar de la Catedral a los sones de la Salve a la Virgen de la Victoria, el cual sonó en el interior de las naves catedralicias durante el tiempo que el paso recorrió el trayecto hasta dirigirse a la Capilla Real y ponerse frente a la Stma. Virgen de los Reyes y el rey San Fernando. En ese momento se rezó la Salve por los presentes y el vestidor de la imagen subió al paso a colocarle a la Virgen una medalla regalo de la Asociación de fieles.
Eran las seis de la tarde cuando, aún pareciendo imposible conseguirlo por la gran multitud de personas agolpadas, el paso de palio salía de la Catedral a los sones de la marcha real y Corpus Christi, mientras las campanas de la Giralda redoblaban a gloria durante instantes históricos. La Virgen de la Victoria subía la “antigua cuesta del bacalao” con Soleá dame la mano, y aún habiendo miles de personas presentes, se hacía en el entorno un silencio que permitía revivir una estampa que durante más de doscientos años la Hermandad y la ciudad habían vivido, cuando en la tarde del Jueves Santo la Cofradía regresaba por ese itinerario a su capilla de los Terceros. Después llegaría una intensa petalada en la calle Francos. Si un recuerdo guarda con especial emoción este Diputado Mayor de Gobierno, fue el ver la entrada de nuestro paso desde la calle Francos a Chapineros, bajo los sones de Valle de Sevilla, obra de J. de la Vega. Ese instante es resumen del estilo de nuestros capataces, de nuestra forma de andar, del sello de nuestra priostía, del sello de nuestros acólitos, hermanos en general y por supuesto, el sello de la música en las Cigarreras. Lejos, infinitamente separados de la estridencia, el oficio de músico en nuestra Corporación es privilegio de interpretar sino el mejor, uno de los mejores repertorios musicales de las Hermandades de Sevilla. Esa unión entre capataces, priostes, músicos y arropados por la ejemplaridad de todos los hermanos, hacen que unido al sello único de nuestro paso de palio de cajón, se forme un todo que es y debe ser patrimonio intangible y universal de la ciudad.
A la hora establecida, las 19,10 horas, llegaba al andén del Ayuntamiento el paso a los sones de Amarguras, y era esperado en la puerta del consistorio por el Alcalde y numerosos concejales de la corporación. Una vez allí, el paso se volvió hacia la puerta principal y una vez detenido, nuestra banda de cornetas y tambores interpretaba la Salve a la Virgen de la Victoria. El Alcalde hizo entrega a los priostes de un ramo de rosas blancas para la Virgen y una enorme petalada caía desde la balconada del Ayuntamiento mientras el paso se levantaba con Virgen de la Victoria de F. Barril. Todas las representaciones nos despidieron en el andén, siendo nuestra Hermandad hermanada de Algeciras, la que nos acompañara de regreso hasta la capilla de la Hermandad de las Aguas en la calle 2 de mayo.
En la calle Barcelona se repetía otra estampa para el recuerdo, cuando el crepúsculo daba paso al azul oscuro del comienzo de la noche y el paso de palio completamente encendido entraba en la calle mientras se interpretaba el fragmento de la ópera Margot de Joaquín Turina. Al llegar a la Capilla de las Aguas, la Hermandad del Dos de Mayo, que acababa de terminar un culto a su titular, Ntra. Sra. del Rosario, nos esperaba en pleno y cantaba la Salve Regina a nuestra Virgen. Nos despedíamos del centro de la ciudad con Victoria de la Fe por la calle Postigo del Carbón, para llegar a nuestro barrio bajo la misma muchedumbre y aglomeración que a las seis de la tarde. Por las calles Virgen de la Victoria y Arcos nos esperaban otras dos petaladas que daban más realce si es posible, a lo extraordinario de la jornada. En la Parroquia de los Remedios nos recibía nuestro nuevo párroco D. Francisco Ortiz Gómez, Pbro. En la calle Virgen de Loreto, ante la imposibilidad por unos naranjos de pasar el paso por la esquina con Asunción, el cortejo se dividió en dos, volviéndose a unir en la siguiente calle. Se llegaba a la Plaza de la Fábrica de Tabacos, completamente apagada su iluminación, a través de tramos de cirios encendidos, en un completo silencio que sólo lo rompía Virgen del Valle, mientras el paso de palio reviraba para ponerse frente a los presentes, y poner el broche de oro a un día irrepetible, jamás vivido, completamente enorme, en la historia de nuestra 450 veces antigua Hermandad.